martes, 31 de enero de 2012

El día después.


Esto ocurrió el día después de su llegada. Por fin se habían decidido, aunque creo que no comprendieron el mensaje de la Voyagèr. Si no ¿cómo se explica que nada más aterrizar comenzaran a devorar a los humanos?

En tan sólo un día se comieron a toda la población de la ciudad de New York. Como continuaran a ese ritmo no iban a dejar ningún bicho viviente sobre la faz de la Tierra.

Y eso, por no comprender un mensaje que fue mandado al espacio por unos científicos sesudos, que ¡vaya usted a saber lo que querían decirles!


©M. D. Álvarez


lunes, 30 de enero de 2012

El cementerio de Elefantes.


Estaba ante uno de los últimos cementerios de elefantes. Lo más curioso que se observaba era que las osamentas de los grandes machos carecían de sus codiciados colmillos de marfil. Y no por la codicia de cazadores y ladrones sino porque los elefantes habían evolucionado para no despertar el consabido interés por sus colmillos. Aun así, continúa  la matanza por el mero gusto de hacerlo.

Ya habíamos extinguido unas cuantas especies. ¡Que más daba otra más! Y así continuamente cazando y destruyendo la naturaleza. Algún día ella se tomará justa venganza con nosotros, haciendo que nos aniquilemos. Porque la naturaleza es sabia y se puede reponer a si misma. Además, tal vez le gusten nuestros colmillos a algún otro depredador codicioso.


©M. D. Álvarez

domingo, 29 de enero de 2012

El cazador.


Su mirada penetrante se clavó en el animal que ramoneaba tranquilamente, ajeno a lo que pasaría a continuación.

Sacó una flecha del carcaj, la colocó en el arco y lo tensó. En un suspiro, la flecha atravesó en aire sin emitir sonido alguno, traspasando el corazón del gamo. Murió al instante.

Esta vez su tribu no moriría de hambre en el invierno. Tendrían comida en abundancia. En lo que llevaba de día se había cobrado un venado, un corzo, dos gamos, tres perdices y un zorro para hacer mocasines a su madre.

Las nieves estaban cerca y tenía que seguir cazando mientras pudiera. Se debía a su tribu y sin él se habrían muerto de hambre.

Antes de él, su padre tuvo el honor de encabezar la cacería. Pero estaba perdiendo la vista y le tocaba a él ser su sucesor. ¡Cuanta responsabilidad para un niño de cinco años!


©M. D. Álvarez



sábado, 28 de enero de 2012

CON UNAS COPAS DE MÁS.


El serenatero gustaba de enseñar equilibrios a las cabras. Los pobres animales se destornillaban, muertas de risa, viéndole hacer equilibrios. Y sobre todo  si llevaba encima unas cuantas copas de más.

Era digno de ver dando traspiés  y manteniéndose en pie a duras penas. Pero lo curioso del caso es que no dio con sus huesos en el suelo en ningún momento a pesar de su  ingesta de alcohol

Fijaos si estaba borracho que a las pobres cabras las confundía con sus compadres de serenata ¡qué vaya usted a saber dónde los había perdido!


©M. D. Álvarez



viernes, 27 de enero de 2012

Billete de 500 Euros


- ¡Niño tira pa’ Linares, que aquí no se ta perdío na’!. – Dijo el guarda jurado a un pequeño golfillo que le miraba con cara de pocos amigos.

 - Me iré pa’ Linares, cuando su señoría levante el pie de mi gorra. –respondió el pilluelo.

- Y pa’ que las tirao.

- Yo no la tirao, se ma caio.

Cuando el guarda se alejó el gitanillo se agachó a recogerla debajo de ella, lo que él había querido ocultar: un billete de 500 euros.

Rió a carcajadas. Por fin su gorra había servido para algo de provecho.


©M. D. Álvarez



jueves, 26 de enero de 2012

ATRAPANDO LA LUZ.


Los niños jugaban a atrapar la luz sin conseguirlo. Aún así no cesaban en el intento. Sabían que no lo podían conseguir pero lo intentaban cada vez que veían esa pequeña luminaria de hermoso tono blanquecino.

Y cuando pensaban que podían lograrlo, la luz se escabullía por cualquier rendija dejando a los chiquillos con cara desangelada.

Pero, no se daban  por vencidos y volvían una y otra vez a la caza. Eran incansables, tenaces y persistentes. En cuanto volvía a aparecer la luz, allí estaban ellos tratando de cogerla.


©M. D. Álvarez



miércoles, 25 de enero de 2012

UN TÍTULO MUY SUGERENTE.

No les digo por dónde saqué a la abuelita porque seguro que no me editarán el cuento.
Así se titulaba el último relato que se había fraguado en mi cabeza. Todo se debía a una noticia que había leído en el periódico en el que con grandes titulares, se decía lo siguiente:
‘Si supieran por donde saque a la abuelita no me creerían’.
Y ahí me vino una imagen de la pobre señora: ¿de dónde la habría sacado? Leí con atención la noticia para enterarme: la habían sacado de una alcantarilla. La anciana no recordaba como había llegado hasta allí.
Pero yo tenía otra imagen más excalofriante y denterosa de lo que había ocurrido en realidad. Por eso, no les dije por donde saqué a la abuelita.

©M. D. Álvarez