En plena oscuridad sentía que
algo se iba acercando muy lentamente. Algo que no supe identificar, pero del
cual emanaba maldad lúgubre y negra.
Se aproximaba muy sigilosamente,
casi mejor para mi no ver lo que se me venía encima. Digo casi mejor, pues pude vislumbrar un amasijo de monstruos
unidos entre sí.
Yo era su puerta de acceso a este
mundo, pero iba a vender cara mi posesión. Ya que una vez dentro de mí no
podría salir. Le había preparado una sorpresa. Tan solo me quedaba un minuto de
vida. ¡Cuando deje este mundo esa oscuridad morirá conmigo!
¡Oh, dios mio, si me he dejado el
mechero en casa!
© M. D. Álvarez