domingo, 22 de diciembre de 2013

Aristeo y la abeja.

- Pequeños detalles sin importancia, son los que hacen grandes a los héroes. – Dijo Quirón a su aprendiz.

- Maestro ¿cómo puede hacerme grande, no espachurrar esta diminuta abejita? – Preguntó el joven Aristeo.

- Muy fácil, si le perdonas la vida a esa pequeñina te devolverá el favor cuando más lo necesites. - Sentenció el sabio Centauro.

Aristeo no lo comprendió del todo, pero no la mató. Y al cabo de unos años hizo honor a su nombre, el guardián de las abejas, pues aquella abejita le mostró los secretos de la apicultura.


© M. D. Álvarez

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El zorro y la araña.

- Quizás mañana o pasado, pero ten por seguro que te atraparé. Dijo el zorro, lanzándole una zapatilla.

- Ja ja ja has fallado. - Se rió la araña.

- No te rías que ahí va otra. - Dijo el zorro mientras apuntaba cuidadosamente.

-¡Uyyyy por poco! -Dijo burlona la araña. – Lo dicho, quizás mañana tengas más suerte. –Murmuró mientras se  alejaba por la puerta del jardín.


© M. D. Álvarez

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Con conciencia, o sin ella?

Su conciencia no podría soportarlo y por mucho que lo intentaba ahí estaba ella cuál Pepito Grillo, diciéndole: ¡No lo hagas!

Pero el bol lleno de ositos de gominola, seguía llamándole, al igual que su conciencia que seguía erre que erre.

Estaba comenzando a mosquearse con ella y recurrió al personaje de color rojo, con cuernos y cola, que le dijo:

¡Adelante, que no pasa nada! - Mientras empujaba a su conciencia que se retiraba vencida.

M. D. Alvarez.

martes, 26 de noviembre de 2013

Programas de reinserción.

Se durmió soñando que él también podía volar como Superman. A la mañana siguiente lo intentó, cogió carrerilla y se lanzó desde el primer piso.

Se rompió casi todos los huesos y el amor propio. Ya nunca más se creería nada de lo que le dijera el señor de la bata blanca que aparecía en la televisión.

Bueno, nunca es demasiado y más si al día siguiente en vez el caballero de la bata blanca aparece una enfermera despampanante que te dice que eres el rey del mambo.


M. D. Alvarez

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Ni una palabra.

Y nunca le recordaba lo que no debía contar. Hasta que lo recordó todo y ya nunca volvió a decir nada a nadie.

A su memoria acudieron los más oscuros secretos que jamás saldrían de su boca para ser oídos por los correveidiles. Había aprendido la lección y sería un buen guardián de los secretos por muy insignificantes que fueran, jamás los desvelaría.


©M. D. Álvarez

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mordedor.

Mientras su papá cerraba la tapa del contenedor y se giraba sin mirar atrás, la pequeña rompió a llorar desconsoladamente.

- ¡Que no me olvido de ti, mi sol! - Dijo su papá. – Sólo iba a tirar esto. – Respondió mostrándole la ranita vieja y despeluchada que pertenecía a su pequeñina, la cual, la reclamaba desesperadamente con sus bracitos regordetes y haciendo pucheros. – Bueno pues no la tiro, pero tienes que prometerme que no la volverás a morder.

En cuanto la tuvo en sus bracitos, la estrecho y surgió una dulce sonrisa que mostraba sus pequeños colmillos que al cabo de dos segundos estaban clavados en el juguete.


©M. D. Álvarez

martes, 29 de octubre de 2013

El fulgor.

- Sí, papá, pero, ¿y esa? - Quiso saber la chiquitina señalando con su dedito regordete el marco vacío que presidía la estancia.

- Esa, tesoro mío será la tuya cuando cumplas los 18 y para eso todavía queda mucho tiempo.

- ¿Papá por qué nos dejó mamá?

- Corazón, aún eres demasiado joven como para conocer la verdad. - Dijo el padre visiblemente entristecido al recordar como había muerto su esposa.

- ¿Y de qué color eran sus ojos?

- Igual que los tuyos. - Dijo mientras comenzaba a ver tras su  dulce mirada, el extraño fulgor que había abrasado la vida de su esposa.


©M, D. Álvarez

jueves, 17 de octubre de 2013

Fuente de inspiración.

- ¡De esa es de la que tú no quieres hablar!. -Recriminó el profesor harto de que se fuera por los cerros de Ubeda.

A lo que el joven contestó. -No sé a que se refiere. -Mientras trataba de ocultar a la voluptuosa musa que comenzaba a aparecer tras él.

-Precisamente a eso. –Dijo el profesor señalando a su musa.

- ¡Pero usted la ve! -Exclamó perplejo el muchacho que creía que era fruto de su imaginación.

- Como para no verla si va casi desnuda y es de color verde.


©M. D. Álvarez

sábado, 12 de octubre de 2013

Frío y vodka.

Érase una vez una noche muy fría en la que los moradores de la calle buscaban cobijo del gélido viento que azotaba todos los rincones.

Sólo los más valientes hacían frente a la intemperie con su botella de vodka y su manta raída del ejército de salvación para entrar en calor. Ellos eran la última barrera de defensa contra los afilados dientes del viento del norte que acechaban en la fría noche.


©M D Álvarez

sábado, 5 de octubre de 2013

Insumisión.



A grandes zancadas sobre las olas avanzaba majestuoso, el Creador. Cuidándose muy mucho de no pisar a las tiernas criaturas que bajo las aguas comenzaban a crecer y postrarse ante él.

Todas, menos una, que fue aplastada sin miramientos.

©M. D. Älvarez

lunes, 1 de julio de 2013

La esencia.



La caja tenía unos seis metros de largo por dos de ancho y uno y medio de alto. Su exterior de madera noble de ébano, estaba primorosamente grabada con motivos exotéricos. La tapa estaba laboriosamente trabajada y fuertemente sellada con los cerrojos más resistentes que había en aquellos tiempos. ¡Al parecer no querían que saliera lo que había allí dentro!

Aunque de algún modo se habían roto los cerrojos y la caja permanecía abierta, de ella emanaba una  esencia y un perfume embriagador.

La doncella permanecía embelesada, ajena a lo que iba a ocurrir. La caja era demasiado grande para contener aquel aroma tan dulce. La jovencita se acercó a la caja y se asomó al borde. La imagen que vio la aterrorizo y paralizó.

En un interior sin fondo, se podía apreciar a una criatura tan espeluznante que resultaba casi imposible que aquella fragancia surgiera de aquel engendro. Pero de allí procedía el aroma más embriagador de todos. La esencia era un cebo para atraer a dulces doncellas que, a pesar de quedar horrorizadas por aquel ser en cuestión, caían dentro del arcón que se cerraba tras ellas. Encerrándolas hasta que soltaran toda su esencia de juventud que era atrapada por el ser que hacía suya la esencia, para seguir atrayendo a jovencitas incautas.

® M. D. Álvarez

jueves, 27 de junio de 2013

Bajo el peñasco.



- Somos dos tíos fuertes ¿a que si? –Dijo Oto a su hermano Efialtes, infundiéndose ánimos para emprender la tarea de escalar el Olimpo.

- Y una vez arriba seremos los dueños, esclavizaremos a Zeus y a los demás dioses. Luego sumiremos a la tierra y a la humanidad entre tinieblas.  – Afirmó Efialtes.

 Lo que no sabían, ni vieron ninguno de los dos, era la gigantesca mole que se les venía encima… Perecieron espachurrados bajo el peñasco que les arrojó Heracles, el favorito de Zeus.

© M. D. Álvarez

viernes, 21 de junio de 2013

Goldbach.



Desde entonces papá ya nunca juega con él. Se sentía terriblemente decepcionado.
¡Pero que esperaba! ¡Que resolviera la conjetura de Goldbach, en cinco minutos! Si tan solo tenía cuatro años y no era ni un Goldbach ni un Euler.
Pero todo se andaría. Se juró desentrañar el mayor problema matemático del mundo: el último teorema de Fermat. Para poder lograr que su padre se sintiera orgulloso de él.

M. D. Álvarez

domingo, 16 de junio de 2013

Perplejo.



La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, mientras su captor la mira incrédulo.

Cómo iba a saber él, que ella era alérgica a los cefalópodos…

© M. D. Álvarez

Heladora.



Ordenaron colocarle una venda en los ojos para no ver su mirada petrificadora. Por fin había cazado al monstruo, a la única Gorgona mortal y le harían pagar por los pecados de sus otras dos hermanas: Esteno y Euríale, que al ser inmortales, no podían morir.

La mirada de Medusa era aterradora, pero aún mas espantoso, eran sus ofídicos cabellos que habían acabado con las vidas de los que osaron y se atrevieron a vendar los ojos a su dueña.

© M. D. Álvarez

lunes, 10 de junio de 2013

Las trompetas de Jericó.

         Ya habían tocado los seis de los siete arcángeles. Ellos habían conseguido derribar sus respectivos muros.

             Ahora era el turno del séptimo arcángel. Él era el encargado de tocar la última trompeta que seria la que derribaría los muros de la desigualdad. Aunque antes, creo, que se le debió preguntar si sabría tocarla, porque cuando se la llevo a los labios y sopló, surgió un sonido que, en vez de derribar creó más y más muros.

            De ahí que, el pobre, se retirara a meditar sus aptitudes para tocar un instrumento tan poderoso. Mientras, nosotros, seguimos aquí desesperados ante tantos y tantos muros a la espera de que aparezca un arcángel adecuado que, con la séptima trompeta, consiga derribar todos los muros.


© M. D. Álvarez

domingo, 9 de junio de 2013

Hasta que volvamos a vernos.



            Llevabas muerta cinco días. Pero yo te seguía viendo a mi lado,  seguías estando fría y distante.

            Aunque ya sabía que no estabas conmigo, permanecías a mi lado acompañándome en los momentos más tristes de mi vida. Había perdido al ser querido que mas amaba.

            Tenía que decirte adiós, pero era tan difícil despedirse. Sentía que te retenía junto a mí. Y ya era hora de dejarte partir y quedarme sólo con mi dolor, mi querida y añorada esposa. Muy pronto volveremos a vernos, ya que no soy nada sin ti. Ansío el momento de reunirme de nuevo allá donde te encuentres.


© M. D. Álvarez

Mujer de armas tomar.



            No se como lo hice, pero ya estaba hecho y no había vuelta atrás. Por fin, había tenido el valor suficiente para enfrentarse a él y abandonarlo, llevándome a mi hija.

            Ya nunca más volverá a ponerme la mano encima. Porque se la corte con un machete de cocina, cuando iba a pegarme de nuevo.

            ¡Pero, ahora es completamente inofensivo!

© M. D. Álvarez

Scila.



            Los había visto acercarse, con sigilo. Ellos no se percataron de que estaba despierta. Si se hubieran dado cuenta, habrían huido despavoridos. ¡Presos de pavor!. Al verla aparecer ante ellos, cayeron fulminados por el aliento infecto y pestilente que emanaba de las fauces de Scila.

            Los fue devorando uno a uno, pero se reservó unos cuantos, ya que su digestión le resultaba muy pesada y le duraba algo así, como unos diez años.

            Así que los dejó para futuras hambrunas que compartiría con su compañera de enfrente Caribdis y con la que formaba un estrecho endiabladamente difícil de sortear.

© M. D. Álvarez

En el ara de sacrificios.



            Ahora me encuentro al pie del ara, apunto de ser sacrificada a un dios sin nombre. A la espera de que alguien me rescate y me libere de mi inmolación.

            Ya es tarde. Veo venir al oficiante con la daga de diamante. Además para eso me ofrecí. El sacerdote con su toga especial para sacrificios de color azul con borlas doradas y filigranas en color sangre, esta listo. Levanta la daga con ambas manos y zas…

            … la hunde en mi corazón.

            Pero como es posible si aun estoy viva. Entonces me doy cuenta de que morí y mi espíritu se niega a avanzar; por algún motivo permanezco en este lugar.

© M. D. Álvarez

El reencuentro.(Versión mejorada)

Había algo en aquel ser que me atraía, algo que resonaba vagamente en mi memoria. Sus ojos, de un color ambarino profundo, me escrutaban hasta lo más profundo de mi ser.

Me acerqué un poco más y pareció asustarse, aunque no retrocedió. Esperó a que yo diera el primer paso y avanzó cauteloso hacia mí.

- ¿No me conoces? –le oí decir.

- Me eres vagamente familiar –respondí.

Sus colmillos asomaron bajo una dulce sonrisa.

- Tienes mis mismos ojos –afirmó.

La promesa resonó en el aire antes de que sus dientes se hundieran en mi cuello.

Finalmente, había encontrado a mi padre. Ahora, los dos éramos criaturas de la noche, unidos por la sangre y la oscuridad. 

© M. D. Álvarez

sábado, 8 de junio de 2013

Sonrisa angelical.



            Fue lo que me llamo la atención, su sonrisa sin malicia y casi angelical. Me sonrió para atraerme. Aunque ya me había fijado en ella. Su mirada y su sonrisa me hechizaron de tal forma, que haría lo que me pidiera. Era como si no hubiera nadie más en el mundo.

            Pero detrás de esa sonrisa se ocultaba un autentico diablo. Que consiguió lo que quería de mí. Mi alma inmortal. Lo que sé, es que mereció la pena perder lo más sagrado por aquella sonrisa, tan angelical.

            Le había vendido mi alma a un diablo, por una sonrisa que se transformó en un contrato de venta para toda la eternidad.

© M. D. Álvarez

Un final.



            Sentada ante mi ordenador. Me debatía en busca de un final para mi obra y eso que ya la tenía terminada, sólo me quedaba un final apoteósico y se me resistía. Era como  si se negara a concluir la que sería mi obra maestra.

            Hoy por fin he encontrado un final, no como lo esperaba. Pero es un final de acuerdo a lo establecido. No tan apoteósico como lo predije, pero me vale, al menos ya no estoy bloqueada ante el ordenador.

© M. D. Álvarez

Nacimiento del nuevo universo.



            Estaba con un grupo de personas observando aquel cielo tan extraño que tenía la tonalidad de un rojo sangre. Cuando de pronto, surgió de no se donde, aquella cosa. Lo llamo cosa, porque no se como llamar a aquello. Era como un huevo pero del tamaño de un balón de rugby.

            El universo se estaba apunto de desmoronar y aquel huevo parecía que iba a eclosionar. Cuando al fin eclosiono tuvimos asientos de primera fila para asistir a la destrucción de nuestro universo y el nacimiento de uno nuevo

© M. D. Álvarez

Eterna juventud.

Había descubierto el escondite del elixir de la eterna juventud. La hallé en una gruta perdida del Himalaya, custodiada por diez criaturas de un aspecto increíblemente fiero, me estoy refiriendo a celebérrimo Yetis. Pero que resultaron ser de lo más mansos, al menos hasta que intente coger el elixir, después de lo cual se volvieron irascibles. Porque tras coger el elixir la gruta se cerro dejándonos encerrados y con un dilema.

¡Me lo tomo o no!

Si quería subsistir, debería; pero subsistir ¿para qué? si estaba encerrado con aquellas criaturas, que de dóciles angelitos, se habían transformado en diabólicos seres que me miraban con cara de hambre.

© M. D. Álvarez

El fiordo de Walhal.




Es uno de los paisajes más hermosos y extraordinarios que yo había visto. Era el fiordo mas bello y maravilloso que los dioses del Valhala, habían creado para su deleite.

Y ahora que se acercaba el Ragnarok sería destruido por las fuerzas del mal que capitaneadas por Loki, arrasarían y camparían a sus anchas por el reino de Odin.  Y no se libraría ningún lugar de ser ollado por las hordas sanguinarias. Ni siquiera el más bello paisaje de todos que hay sobre la faz de la tierra. Aquel que me había mostrado mi madre en mi niñez, “El estuario de Walhal” 
M. D. Alvarez 

Visionaria.



No sé, murmura Manuela compungida, tras la última oleada de visiones que le acababan de llegar de golpe y porrazo. A penas las distinguía, solo veía leves fogonazos de lo que podría ocurrir.

Sus visiones no son tan claras como cuando era niña. Pero sabía que lo que acababa de ver, era de suma importancia para ella y su familia.

Lo último que recordaba era una serie de ocho números y su nombre en letras grandes: 3, 12, 28, 34, 46 …

© M. D. Álvarez

Hespérides



Esa noche la tropa cenó compota, sin saber de donde había sacado las manzanas el divino Ulises. Él fue el único que tuvo acceso al jardín de las Hespérides, donde Hera había plantado las semillas que su madre Gea le había entregado como regalo de boda. Se encontraban guardadas por el dragón Ladón, que fue vilmente engañado por el artero Ulises.

© M. D. Álvarez

Cartas y rosario.


El cabo Hopkins repartía las cartas con la izquierda, mientra que con la derecha pasaba las cuentas del rosario que, su amigo, el padre Morgan le había regalado.

Un regalo que le obligó a no mostrar a su derecha lo que hacía su izquierda. Por eso cuando apareció muerto, con la bajara en la derecha y el rosario en la izquierda, sus amigos supieron que lo habían matado.


© M. D. Álvarez

lunes, 3 de junio de 2013

El árbol sagrado.



            La escultura estaba hecha de madera de boj, pero era un boj muy especial. Había sido plantado hacia 1.000 años y era un árbol sagrado.

            El leñador nada sabía de su edad ni que era considerado sagrado por la tribu que habitaba en sus alrededores, los bomanis.

            Del leñador podemos despedirnos, pues halló la muerte de forma poco habitual. Digamos, ensartado por diez lanzas. Así que sigamos con el árbol. De su madera sólo se pudo tallar una figura y el artista terminó de igual forma que el leñador. El dueño de la tienda que compró la talla, falleció de la misma manera.

            Y yo que la he comprado, acabo de ver al chaman de la tribu, maldiciendo a todo aquel que osara tocar la madera del boj sagrado.


© M. D. Álvarez

jueves, 2 de mayo de 2013

Volar

Volar, siempre ha sido uno de los sueños no realizados, por los hombres. Bueno en sueños. Pero en la vida real no podían.

Al menos, hasta ahora que según cuentan, ha nacido una nueva especie de Homo sapien, el Homo Sapiens volātor que sería capaz de desplazarnos como criatura suprema.

Eso, si le damos tiempo, ya que como seres superiores de este planeta nos permitimos seleccionar las especies que viven o mueren.

Así, que volar seguirá siendo, nuestro sueño más preciado.

© M. D. Álvarez

Viajero en el tiempo.


¿Cuánto llevaba inconsciente? No lo recuerdo pero debía de ser mucho. Todos me miraban atónitos y estupefactos, como diciendo ¿de donde ha salido?

Estoy en medio de una calle enorme, con un montón de carros que se mueven pero sin que los arrastren los caballos. Los transeúntes visten unos atuendos rarísimos.


No lo veo llegar hasta que lo tengo encima, aquel carro me golpeo y caí al suelo. Lo último que recuerdo fue lo que dijo un de aquellos individuos.

¡Jo que mal viste!

Me veo desde arriba y en comparación con la indumentaria de los curiosos que se arrevuelan a mi alrededor, es que nadie viste igual.

Soy Rudolf Fenz y nací el 4 de junio de 1868. No se donde me encuentro solo recuerdo que salí de mi casa y acto seguido me encuentro en este mundo, que no reconozco…

© M. D. Álvarez

sábado, 27 de abril de 2013

Fuego y cenizas.



            El poder ardía abrasándole las manos. Aunque él no sentía ningún dolor. Ya que seguía intentando canalizarlo y concentrarlo. De sus manos paso a devorar sus brazos. Si continuaba así, terminaría consumido por completo y no quedaría de él más que un montoncito de cenizas. Que a la más mínima corriente se dispersaría por todos los rincones. La habitación estaba llena de cenizas, que se habían ido acumulando con todos y cada unos de los aspirantes que no lograron dominar la fuerza primigenia.

            Y la energía seguirá esperando a alguien lo suficientemente poderoso como para dominarla. Así, ya no continuaría abrasando todo lo que tocara.

© M. D. Álvarez

Cisterna.



- ¡Calla y arregla de una vez la cisterna del váter, que gotea! –Le recriminó ella desde la cama.

- ¡Enseguida corazón, pero antes tengo que arreglar las cañerías! – Dijo él, bajando la tapa del váter y tirando de la cisterna.

-¡Ves otra vez está goteando y no me deja dormir!. Dijo entre sueños

-Voy tesoro. Bueno ya está, a que ahora no gotea. –Respondió el, después de cerrar la llave de paso de la cisterna. Y pensando para si dijo: “Tengo que arreglarla antes de que se despierte mañana. Sino seguro que me mata.

Pero se quedó dormido y al despertar se dio cuenta de que no lo había arreglado. Y la vio a ella con los brazos en jarra y con cara de pocos amigos...


© M. D. Álvarez          
 

Scila y Caribdis.



Disfrazado de vendedora de manzanas y con un generoso escote. Así, de esa guisa tocó la puerta. Se comenzó a inquietar. Le habían dicho que no se fuera sin entregar la cesta de manzanas. Respiró aliviado cuando comenzaron a abrirse los trece cerrojos.

Desde el otro lado se escuchó una voz sensual que le decía: - Tú no eres Caribdis.

- No señora. Me dijeron que tenía que entregar este cesto de manzanas. –Dijo inocentemente.

De repente, fue succionado y tragado por un monstruoso remolino de dientes y tentáculos. Ese fue el plato fuerte, después se tragó el cesto de manzanas. Y a esperar otros 500 años.

-He de reconocer que Caribdis tiene sentido del humor. Ahora me toca a mí romperme los cuernos pensando en cómo enviarle un rollizo mozalbete que aplaque su hambre durante otros 500 años.

© M. D. Álvarez

jueves, 25 de abril de 2013

El reencuentro.

Había algo en aquel ser que me atraía, me resultaba vagamente familiar. Sus ojos de un color ambarino, me escrutaban hasta lo más profundo de mí ser.

Me acerque un poco más y pareció asustarse, pero no retrocedió. Espero a que yo diera el primer paso y avanzo cauteloso.

- ¿No me conoces? –le oí decir

 - Me eres vagamente familiar.

 - Tienes, mis mismos ojos. –dijo mientras sus colmillos asomaban, bajo una dulce sonrisa.  
- Te prometo que no te dolerá, hija mía. – Dijo, antes de morderme el cuello.

Al fin, había encontrado a mi padre y los dos, somos ahora criaturas de la noche.

© M .D. Álvarez

En el ara de sacrificios.



            Ahora me encuentro al pie del ara, apunto de ser sacrificada a un dios sin nombre. A la espera de que alguien me rescate y me libere de mi inmolación.

            Ya es tarde. Veo venir al oficiante con la daga de diamante. Además para eso me ofrecí. El sacerdote con su toga especial para sacrificios de color azul con borlas doradas y filigranas en color sangre, esta listo. Levanta la daga con ambas manos y zas…

            … la hunde en mi corazón.

            Pero como es posible si aun estoy viva. Entonces me doy cuenta de que morí y mi espíritu se niega a avanzar; por algún motivo permanezco en este lugar.

© M. D. Álvarez

El empecinado:



El pie izquierdo no me quiere hacer caso. Por mucho que yo quiera ir hacia un lado, él se empecina en llevarme a otro lado El problema se agravó en el coche, lo arranque y nada más hacerlo, pisó el acelerador a fondo, empotrándome contra un pilar de hormigón rompiéndome muchos huesos, salvo los de mi pie izquierdo.

Postrado en el hospital, no me deja descansar da saltos de alegría. El condenado parece encantado con haberme  destruido.

©M. D. Álvarez

viernes, 5 de abril de 2013

Dulce licor.



Él, lleno de ardor y desprecio, pensaba en el final. Un final que ella no se esperaba, pensaba que había encontrado a su príncipe azul.

Él, la llevo a un reservado donde la invito a unas copitas de absenta. A él le gustaba el sabor que le daba a la sangre. Y espero a que ella cayera rendida sobre el diván, donde sin perder tiempo la mordió y succionó toda su sangre.

Sintió como una oleada de excitación que le acompañó desde al primer sorbo, hasta que ya no le quedó ni gota.

En cuanto acabo sintió la ansia de seguir bebiendo y volvió a la fiesta a por mas.

M. D. Alvarez 

Disolviéndome.



            Estaba en un banco y oyendo música en mi MP3. Me invade una agradable sensación, con el sol dándome en el rostro y a 6º de temperatura, se agradece el calor de la parca que llevo.

            Siento que estoy desapareciendo, como si mis moléculas se dispersaran en los tenues rayos de este sol tan débil. Noto como me voy diluyendo y el mismo sol que me daba, comienza a evaporarme. Emprendo el viaje hacia arriba como una entre un millón de partículas de agua, en un viaje cíclico. De mi solo queda la ropa y el MP3. No dejo a nadie atrás.

© M. D. Álvarez

jueves, 4 de abril de 2013

Noches de tormenta.



Que se arrime un poco más al borde de la cama. –Sugirió con paciencia al tercero, pues sabía lo que venía a continuación.

Siempre que había tormenta por la noche, terminaban todos durmiendo en su cama. Es lo que tenía ser el hermano mayor y no tener miedo a las tormentas. Menos mal que tenía una cama grande, aún cabían apretaditos los siete hermanitos, más el perro y el gato.

Aquella tormenta fue espectacular, con rayo, truenos y centellas. Pero el sabía como quitarles el miedo. Les dijo que los rayos, los truenos y las centellas son ruidos que hacen los dioses del universo cuando se enfadan y pelean entre sí. Al final siempre acababan con un aguacero que lavaba su mal humor y volvían a celebrar opíparos banquetes, hasta su siguiente bronca.

© M. D. Álvarez

martes, 19 de marzo de 2013

Arcanos.


            La comitiva estaba parada frente a la jaula, pero a una distancia que consideraban  prudencial, observando a la criatura que se debatía por soltarse de los grilletes, mientras uno de los carceleros no cejaba de atosigarla con una vara. Sin saber qué estaba dando paso a una de las bestias mas feroces de todas cuantas ha habido sobre la faz de la tierra.

            Cuando ya no soportase las molestias ni las miradas de aquella comitiva que lo miraba como a una aberración, acabaría con todos y cada uno de ellos de un plumazo. Su transformación en uno de los arcanos le liberaría de apariencia tan mundana, para devolverle su verdadera identidad y forma.

©M. D. Álvarez

miércoles, 6 de marzo de 2013

Cuatro esquinas.


            Ese sería el aspecto que tendría mi cuarto, sino fuera que tenía una más, que estaba oculta. Esa era la que más me gustaba, porque era oscura y cálida. En ella me sumergía en mi mundo.

            Un mundo lleno de fantasía e ilusión. Que en comparación con las otras cuatro esquinas. Era mucho más increíble que  el mundo en que vivimos.

            Pero quien nos dice que este mundo tiene que tener sólo cuatro esquinas y no multitud de rincones, donde poder disfrutar de sus encantos y momentos mágicos.

            Recodos pobladas de todo tipo de criaturas, a cada cual más enigmática e interesante.

© M. D. Álvarez

Cetrero.



            Llevaban  diez días de marcha, cuando los cetreros avistaron un gran lobo gris precioso. Turkan, el cetrero mayor, lanzó su águila real a la caza de aquel lobo gris.

            Cuando estaba a punto de clavar sus garras sobre el lomo del lobo, sucedió algo extraordinario. El animal se irguió sobre sus patas traseras atacando al águila, que pereció decapitada de un mordisco.

            Turkan tuvo la sensación de que se le encogía el corazón. El lobo le miraba fijamente alzado sobre sus patas traseras. Estaba mirando cara a cara a un licántropo. Que era una de las criaturas más sanguinarias de la naturaleza.

            Y ahora lo habían atacado. No tendrían perdón sería exterminados por el propio licántropo.

M. D. Álvarez

domingo, 3 de marzo de 2013

El crujido.(Nueva versión)


El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre. Todavía lo oía aún después de haberlo descolgado. 

Se sentía culpable por no llegar a tiempo, y el crujido era un rum rum constante que le martilleaba la cabeza de tal forma que no tuvo otra opción.

Cogió la misma soga que su padre y en la misma viga puso fin a sus días, pero el crujido no cesó…

M. D. Alvarez 

El crujido.


El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre. Todavía lo oía aún después de haberlo descolgado. Se sentía culpable por no llegar a tiempo, y el crujido era un rum rum constante que le martilleaba la cabeza.

Se armó de valor, cogió el hacha y destrozó la viga, pero el crujido persistía. Así que subió a piso de arriba, llamó a la puerta y una dulce ancianita le abrió, tras ella el crujido… ¡Una mecedora!
© M. D. Álvarez

lunes, 28 de enero de 2013

¡Agachar la cabeza! ¡Nunca!

No, claro que no queremos, pero debemos hacerlo por el bien común. –Dijeron al unísono el batallón, sabiendo que no saldrían vivos de allí.

Lo que ocurrió a continuación, fue que cargaron todos a un tiempo contra un enemigo muy superior y severamente disciplinado, que acabó con todos ellos sin dejar uno vivo.

Lo que nunca supieron fue que ellos sembraron el germen de una nación que se negaría a agachar la cabeza ante la opresión y la injusticia.


M. D. Alvarez 

Demonios ocultos.



Mientras suelto las pastillas en las hierbas altas, me dirijo a buscar a mis demonios, para enfrentarme con ellos de una vez por todas. No los sometería mediante las drogas, debía vencerlos por mi mismo.


© M. D. Álvarez