- Pequeños detalles sin importancia, son los que hacen
grandes a los héroes. – Dijo Quirón a su aprendiz.
- Maestro ¿cómo puede hacerme grande, no espachurrar esta
diminuta abejita? – Preguntó el joven Aristeo.
- Muy fácil, si le perdonas la vida a esa pequeñina te
devolverá el favor cuando más lo necesites. - Sentenció el sabio Centauro.
Aristeo no lo comprendió del todo, pero no la mató. Y al
cabo de unos años hizo honor a su nombre, el guardián de las abejas, pues
aquella abejita le mostró los secretos de la apicultura.
© M. D. Álvarez