lunes, 1 de julio de 2013

La esencia.



La caja tenía unos seis metros de largo por dos de ancho y uno y medio de alto. Su exterior de madera noble de ébano, estaba primorosamente grabada con motivos exotéricos. La tapa estaba laboriosamente trabajada y fuertemente sellada con los cerrojos más resistentes que había en aquellos tiempos. ¡Al parecer no querían que saliera lo que había allí dentro!

Aunque de algún modo se habían roto los cerrojos y la caja permanecía abierta, de ella emanaba una  esencia y un perfume embriagador.

La doncella permanecía embelesada, ajena a lo que iba a ocurrir. La caja era demasiado grande para contener aquel aroma tan dulce. La jovencita se acercó a la caja y se asomó al borde. La imagen que vio la aterrorizo y paralizó.

En un interior sin fondo, se podía apreciar a una criatura tan espeluznante que resultaba casi imposible que aquella fragancia surgiera de aquel engendro. Pero de allí procedía el aroma más embriagador de todos. La esencia era un cebo para atraer a dulces doncellas que, a pesar de quedar horrorizadas por aquel ser en cuestión, caían dentro del arcón que se cerraba tras ellas. Encerrándolas hasta que soltaran toda su esencia de juventud que era atrapada por el ser que hacía suya la esencia, para seguir atrayendo a jovencitas incautas.

® M. D. Álvarez