Tanto visitante inesperado lo había alterado hasta tal
extremo que no reconocía ni a sus hijos. Así que lo dejaron descansar para que
se calmara y pudiera reconocer a su querida Juani.
Pero él ya sabía quien era su Juani. La amaba desde que la
conoció siendo niños. Sólo quería estar
con ella y que todo lo demás desapareciese. Junto a ella no había dolor, había
alegría. Era su rayo de luz que le guía por el buen camino. Sin su presencia
todo sería caos y destrucción.
©M. D. Álvarez
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