lunes, 10 de febrero de 2014

El buen servicio.

Suspiró profundamente y recogió los cubiertos. La señora y su hijo se habían encerrado en su habitación completamente a oscuras, con su piel blanquecina,terriblemente demacrada y delgada.

A ella, le estaba terminantemente prohibido entrar en sus aposentos, pero algo tenían que comer y a oscuras subió por las escaleras sin saber que ella sería el último plato que les devolvería el cálido color rosado a la señora y a su vástago.

A la mañana siguiente el ama de llaves y el jardinero se encargaron de enterrar los restos de la cocinera. Y vuelta a buscar otra criada.

© M. D. Álvarez